Una mujer nihilista militante, una verdadera nihilista de cuerpo presente, se pone como tarea conocer su interior.

Se da cuenta de que vive con orejeras como en una rueda de hamster, que está embrutecida por la pereza existencial, que vive en un mundo que… …es caótico, múltiple, acelerado, difuso …es una existencia agobiada, estresada,
sin sentido… es un no parar, consumiendo la energía en balde, saturada de imágenes, de información…es un pensar sin pensar, un ir y venir incesante en busca de un bienestar que no parece llegar.

En esas circunstancias decide tomar las riendas y empezar una tarea de exploración a tiempo completo del mundo interior, de sus procesos y vericuetos.

Se pone manos a la obra: hace instalaciones artísticas con cañas y plásticos; en un alarde surrealista mantiene conversaciones con su esqueleto; intenta llevar acorde su estado de ánimo con su imagen exterior; se pone feliz, funky, conspiranoica, patafísica…

Aunque sabe que lo esencial no va a estar de moda, ya riesgo de que le tomen por ñoña, sigue sin pausa buscando otros caminos.

Tomando el tedio existencial como motor de búsqueda, se propone explorar a tope el ejercicio primordial de vivir.